domingo, 9 de agosto de 2009

Agosto

Rebota el sol en las hierbas secas y viene, en invisible lengua de fuego, a lamer el rostro recién lavado, ya sudoroso, dejando llamaradas de luz y un aroma tostado que envuelve la mañana.
Es Agosto.


En los pueblos de España, como si el tiempo se hubiera quedado enganchado por culpa de un grano de arena demasiado grueso, el toro, ayer uro, sigue siendo la víctima y el rey asaeteado (por monárquicos) de las fiestas; como antaño lo fueron aquellos cristianos que se zamparon los leones.
Pañuelo rojo al cuello, bota de vino, camiseta de la Peña Los Borrachuzos, gorra de Piensos Biona y rejones. Cuernos rotos, patas quebradas, miradas de brava humillación, berridos de dolor y muerte. Los dos protagonistas corren por diferentes razones: unos, que miden su modernidad por número de móviles, canales televisivos, piercings y tatuajes, huyen de sus propias y estúpidas circunstancias viendo en el bello animal todos sus problemas, frustraciones y también soluciones; embriagándose con el olor de la sangre caliente y creyendo, como sus abuelos, que los testículos de la fiera moribunda les transmitirán las fuerzas que ellos no tienen para decir ¡no! y para decir ¡basta!. El otro, el noble, brama por calles de asfalto o plazas de piedra, buscando el campo al que sólo volverá en espíritu cuando la tortura haya finalizado.
Es Agosto.

Y aquí andamos, un año más, luciendo palmito por nuestras piscinas y agonizantes gargantas, iniciando la ceremonia del pavoneo, los machos y hembras dominantes, los que desprendemos, como caspa, feromonas en cada movimiento. Nada es nuevo, todo se repite y en la misma cantidad, la lujuria es un pozo artesano de calientes liquidos lechosos y vasos comunicantes: a menos tela más excitación, a más ocultamiento mayor misterio. El objetivo primordial siempre será el mismo, saciar la necesidad. Huele a piel y deseo.
Es Agosto.


En los campos de La Vera extremeña, entre surcos de tabaco o pimiento exprimen las horas tórridas los morenos jornaleros de hoy, algunos bajo el látigo de jornaleros de ayer. Sin piedad, sin solidaridad, todos pensando en lo mucho que damos y en lo poco que recibimos.
Al fondo de la senda un botijo espera para inyectar con urgencia en los ríos del sudor aguas frías que no llegan a salarse por su breve estancia bajo la epidermis.
Es Agosto.


Y mientras unos trabajan, la mayoría descansan. Aunque hablar de descanso en un pais de dos millones y medio de funcionarios y cuatro millones de parados suene a burla y casi a provocación. Aún así, el que está de vacaciones y sentado exige al que camina o está de pie, por el precio de un café, caña o vino, cosas muy españolas: complicidad en la desaparición de pruebas (traslado de dodotis a la basura), participación democrática en la alimentación de los retoños patrios (calentar potitos), información fidedigna (periódicos afines), colaboración en el desatasque de muelas y limpieza de piños (provisión de palillos), sesión gratuita de psicoterapia (escuchar sonriente, otra vez, el chiste del francés, el inglés, el español y...), breve manutención (regalo obligatorio de pinchos y aperitivos), váteres relucientes (para darse el gustazo de ensuciarlos), optimizar la inversión (llevarse un tenedor o un cenicero), ..... Para acabar pidiendo el Libro de Reclamaciones porque le ha parecido excesivo que le cobren 1,20 €.
Es Agosto.

Por suerte, algunas veces, cuando el calor comienza a ser insoportable y amenaza con derretirnos, nos montamos en una voluta de humo fresco del recuerdo y volvemos a nuestra infancia: a la sombra de la higuera, al arroyo con libélulas, a las siestas y a las primas, a la gaseosa en el fondo de la bodega, al gazpacho de la abuela, sin hielo, y con una punta de albahaca, a las callejuelas de rollos y de hierbas, a los peces que limpiaban nuestro cuerpo de células muertas mientras flotábamos en el Charco La Presa......a aquellos días en que estábamos todos.
Entonces un trueno nos devuelve la realidad y nos damos cuenta de que el sol se ha ido, que el viento sopla y que las nubes se han hecho dueñas de la tarde. Minutos después descarga la tormenta y volvemos a ser niños que miran por el cristal.
Es Agosto.
Jaht
Para Rocío que desde hace 22 años es la casa, el roble y la fuente de mis agostos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta como describes estas fechas con todos sus devaneo
¡Sobreviviremos¡
Se agradece el que sigas
obsequiandonos con tus entradas
aunque sea agosto.
No soy dada a hacer comentarios,
(Quizà por timidez)pero disfuto de cada una de ellas.

Candela dijo...

Comparto lo dicho en el anterior comentario. Claro que sobreviviremos,alcalor, al entusiasmo festívo de unos y a la apatía de otros. Seguiré pasando por aquí.

Jara dijo...

Las frustraciones,el hastío y el embrutecimiento, se acumulan, se condensan y con toda su furia desbordada,tiñen de rojo caliente, la bella piel de terciopelo negro.

Luisa Arellano dijo...

¡Geniales tus reflexiones! He estado todo el tiempo asintiendo con la cabeza y con la sonrisa que da la complicidad de sentimientos afines y el compartir, chorretones, gazpachos, pasados y presentes... casi, casi idénticos.

¡Qué dura la vida de los camareros en agosto! jejeje.

Besos.

IMÁGENES QUE HABITAN EL BLOG