martes, 28 de diciembre de 2010

César





Las cosas no pintaban bien para César cuando hace unos 18 años decidió acercarse cautelosamente y con una exquisita educación, que intentaba infructuosamente servir de barrera, a los aledaños de la mesa uno del Café de Freddo. Los tertulianos de aquellos días le habilitaron un cálido nido, que previamente habían acolchado con respeto y camaradería, a sabiendas que llegaba derrotado tras una dolorosa travesía, salpicada de fracasos y desafectos.
Fue entonces cuando conocimos a la persona de la que habíamos oído hablar y que no encajaba en ninguna de las leyendas urbanas que algunos lenguaraces y negros arácnidos habían tejido a su alrededor.
Luego, tras él, llegaron otros, atraídos por el embrujo de sus palabras y el cantarín discurrir de un río de sabiduría que, cual bebedizo mágico, aliviaba nuestra sed de conocimientos.
Entre las posibilidades que, como conversador, le brindaban Jaraíz y sus aledaños eligió una modesta mesa redonda, casi una camilla, en la que debatió de tú a tú con mecánicos, fotógrafos, cerrajeros, médicos, compañeros de instituto, alumnos, jornaleros, parados...; y entre Ducados y cervezas prestó oídos a quienes, como a él, desazonaba la vida.

Las estaciones marcaban también el color y la temperatura de las charlas, las largas charlas, que entonces importaban más que cualquier otra cosa. Del caliente refugio cerca de la pizarra, mecidos por la música de Jazz, saltábamos a la calle (...que ya es hora), donde bajo el jolgorio de los vencejos y el errático aleteo de los murciélagos abríamos cada primavera una nueva temporada de terrazas. César aparecía entusiasmado, también porque las blancas y perforadas sillas de la pizzería le anticipaban que estaba próximo el fin del curso, y elegía un sitio que le permitiera colocar su espalda contra la pared. Decía que esta manía era una tara de su infancia y que él era fiel a sus debilidades, pero algunos siempre sospechamos que se refugiaba en esta excusa por no declararse mirón incorregible y para no perder la oportunidad de vigilar la calle y sus movimientos; desde ese mirador privilegiado salieron algunos de sus cuentos y muchos de los personajes que pueblan su minimalista mundo literario.
Cayeron años como hojas. La existencia, la intemperie o el azar llevaban y traían parroquianos a la mesa que alguien denominó de los escritores, aunque sólo había uno. Nuestro amigo César decidió quedarse para siempre, abonado, y formando parte de ella incluso cuando se hallaba encaramado al púlpito de un taburete.
Una tarde de Mayo nos presentó a Hola, una perra tuerta y canela que había salvado de la crueldad callejera y del atroz escarnio que sufren los sin papeles. Ella se hizo dueña de la casa y él ya no tendría que cargarse de valor para volver al lugar en que nadie le esperaba. Además, su nombre, el de la paciente amiga, era una necesaria pildorilla de ánimo y de ahora en adelante nadie podría decir que hablaba solo.

En un período de desavenencias con su propia soledad aprovechó para hacer nuevas intentonas en el peligroso mundo de la pareja, con "seres humanos", como él se hubiera encargado de aclarar; y tras agrios encontronazos, que reabrieron viejas heridas, llegó el encuentro con Begoña que fue capaz, no sin esfuerzo, ayudada por el poderoso bálsamo del querer, de domeñar al niño que el buen escritor y mejor persona llevaban dentro.
Y la vida transcurría al ralentí: sosa, monótona y previsible; ¿qué más puede pedir quien huye de las sorpresas y las aventuras?.
Más hojas; algunas nieves; El Cuchillo de Jorge Cafrune; llegada del galgo que se quedó en proyecto; adiós al "insti", adiós a las caricaturas; libros leídos, libros por leer; guitarras; encajar críticas laudatorias; Paso de contarlo; churros y chocolate con el Pink; escapadas al Gallinero; ¡ojo, Pedrito!; helados para Mohamed; ¡insufribles invasiones agosteñas!; paseos con dos perros parias; conversaciones con mi psicóloga; ¡por dios!; tardes de Freddo; Hola, adiós; curso de alemán; taller de lectura; la familia Acquaroni; coplillas para Mario; teórica de motos; Nuevo Café; devorar internet; paseos con un perro de buena planta y sin pedigree; series televisivas; karma con agujeros (como los calcetines); tabaco; la casa de Bego; ¡qué alegría Rocío!, ya de vuelta; carcajadas con Ortega y Pacheco; bermudas, bastón y gorrita; Manolo y Conchi; Jose, por favor, haz llegar este paquete a Valentín; hay que repetir esto; llamadas perdidas; Rafa y Milo en la puerta del ambulatorio; aquí tienen muchos medios; Pedrito, me han enseñado tarjeta amarilla, por fumador; ----------------

Justo ahora, César, cuando los rotos parecían bien zurcidos y la vara mágica del tiempo había convertido los estridentes violines en flautas dulces y las encendidas arengas en serenas reflexiones. Nosotros habíamos apreciado aquello y gustábamos de esto, porque por encima de cualquier otra consideración lo que nos importaba era tu compañía.
Nos vas a permitir: que te sigamos viendo doblar cualquier esquina, oírte toser muchos metros atrás, que hablemos de ti aunque te hayas ido y nos riamos con tus cosas, con las que vivimos juntos y las que hubiéramos vivido, si la fría madrugada del 18, te hubieras quedado de este lado del túnel en lugar de seguir la resplandeciente luz, buscando posiblemente un mejor lugar para la lectura.

Para quienes conocieron al mismo César que yo conocí y sienten escalofríos por el cariño perdido.
Y para Manolo Merino, el fotógrafo.
Jaht

24 comentarios:

Anónimo dijo...

Ayer por fin pude leer el comentario de Jaht refiriendose a Cesar, me hizo sentir ,ya que yo tambien estaba metido en esa historia. Como he comentado en otro comentario hoy estoy resacoso, o sea en el infierno necesito hablar y que me hablen me siento solo muy solo.Cesar era una de esas personas que siempre estaba dispuesta a tenderte una mano era mi sicologo, me ayudaba con mis muchas debilidades.Parece que va a volver , que le voy a ver pero no me hago a la idea que eso no va a ocurrir.Egoistamente hoy es uno de esos dias que me hubiera pasado por su casa llamado al timbre , oir los ladridos de Milo,encontrarme con el ,con su bata puesta, con el cigarro entre sus dedos ,recibiendome con el cariño que uno necesita invitandome a pasar a la habitacion del fondo para sentarnos alrededor de la mesa camilla, releerme los libros que tenia encima de un mueble todos con paginas marcadas o dobladas , ofrecerme una infusion o un cafe, eso si, siempre con tos y empezar a contarle mis miserias mis maldades mi desconfianza hacia la gente que me aprecia,lo poco que me quiero,pero su conversacion era como un baile , bailabamos y bailabamos apretados muy,muy deprisa me mareaba , mis miserias me las absorbia y yo mamaba la bondad los valores la sabiduria que sus bellas palabras desprendian. Me calmaba me sosegaba ,me daba confianza , me sentia mejor , cuando me despedia siempre me acompañaba hasta la puerta de la calle sacando con desconfianza la cabeza entre la puerta casi cerrada. Una vez en la calle me sentia mas yo y con ganas de volver a intertarlo otra vez.Hoy ultimo dia del año por las circunstacias en que me encuentro tendria que haber acudido a el ,pero no va a poder ser ,seguro que desde el cielo estara asintiendo con la cabeza y pensando que que pena .

Anónimo dijo...

Soy el mismo del comentario anterior y no megusta lo de anonimo Me llamo Manolo Merino

Candela dijo...

Me sumo a vuesto estado de ánimo,
debia ser alguien especial.

Julia dijo...

Manolo, todos nosotros tenemos un poquito de él. Nuestras miradas, contienen la suya, nuestras palabras, nuestros pensamientos, nuestro humor, nuestra risa... estarán para siempre contagiadas de César. Han sido miles de horas de conversación... Cuántas madrugadas de verano nos hemos levantado de la terraza del Freddo después de haber pasado ocho horas sentados, hablando, riendo, bebiendo...
¿Te acuerdas con cuánta ilusión decíamos "ayer estuve con César"?
Ayer estuve con César... Hoy ha venido César,pero ya se ha ido... Anoche estuvo aquí César... Todos sabemos lo que significaban esas palabras. Nos llenaba de orgullo, nos sentíamos tocados por la magia de la casualidad de haber coincidido con él, como antes.
Cuánta inteligencia, cuánta humanidad, Qué pedazo de HOMBRE.

Rocío dijo...

Frio invierno,hojas secas,un hasta
mañana de esperanza,nostalgias,un
pozo de silencios. Las afiladas
hojas de la angustia penetran en
el alma,no se puede sintetizar
la rabia el desaliento.

frio invierno,
nostalgias.

Cesar,en una parcelita de mi
corazón,reservo para tí, un rincón
tranquilo,una casita con vistas:
Querido amigo

Luis González dijo...

¿Cuánto tiempo hace? ¿Dieciséis años? Leo su dedicatoria de abril de 1995. Escribe César de sus torpes intentos de hablar de la "ternura de las cosas". Desaparecen las personas porque uno se va y es cobarde con la palabra amable y el mantenimiento de la mirada (veo ahora los ojos de César en mis ojos). Y quedan las cosas y sus colores. Y los reflejos bonitos de los vasos en la tarde.

me gustan las cosas porque no sé mueren

Eso, que todos sabemos, lo aprendí otra vez con César.

Me llega un correo de Juan Manuel anunciando no sé que muerte. Recuerdo Jaraíz y al Maestro Korreas, las tertulias que eran "grupo de trabajo" y simulaban borrachera; las charlas y las copas, la discusión sobre Javier Marías. Onetti. Recuerdo a mucha gente a la que sigo amando (así de raro es el amor, César) y acaricio en la melancolía la escritura de la muerte. Nos veo rodeando la cama de una compañera embarazada que debía reposar. Me veo en la mesa camilla de los fumadores en una sala de profesores. Allí - en otro tiempo, en otro país - con César, muertos-vivientes todos los recuerdos y en homenaje a la escritura que sobre todo es conversación y perversidad de la mirada... la búsqueda tremenda en la ternura de las cosas.

Me dice Juan Manuel que César ha muerto el 18. Mierda, hermanos, mierda para los dieciséis años que me separan como desierto de aquellos momentos de camaredería que ahora sé, entre la puta nostalgia y el dolor que no sé por qué brota en ella, que es lo único que realmente importa.

Adiós, hermano César; nos vemos de nuevo alegres en la escritura.

Luis González

Luis González dijo...

Oración de la tarde:
el ocaso es un lento caminante
que detiene sus pies por un momento
y luego sigue.

Saber que rezán otros es mi rezo
Recordarles, mi mano fraternal.
Estar solo es la poca compañía
que puedo darles.

No creer en su dios es mi manera
de esperar a que venga.

(César Martín Ortiz:Toques de Tránsito)

LOLA dijo...

Manolo, nadie puede ocupar el vacío que ha dejado César, pero no quiero que te sientas solo. Nunca le dije a César lo mucho que significaba para mi, supongo que daba por hecho que él lo sabía, como sabía tantas otras cosas y porque nunca pasó por mi cabeza la idea de perder a nuestro amigo. Pero quiero que sepas que tú eres una persona muy especial y es posible que también esté siendo egoista, porque me has hecho pasar ratos muy agradables y espero que siga siendo así. Conocer a César es algo estupendo que nos ha pasado en la vida, pero conocerte a ti también. Te quiero, amigo mio.

Yiyi dijo...

Jaht, primero perdona que por un error lo mandé dos veces.

Y segundo decirte que me ha gustado y emocinado mucho tu escrito, si, me ha hecho llorar, porque los amigos, los amigos también lloran.

Un abrazo.

Yiyi dijo...

EXPRESATE COMPLETAMENTE,
DESPUES, GUARDA SILENCIO.
Lao-Tezu

(I)
Cesar, todos los años cuando regresaba al pueblo, siempre iba con la intención de preguntártelo, pero al final cuando llegaba a la mesa uno, después del esperado apretón de manos, después de intercambiar risas, bromas y algunos cigarrillos, al final siempre se me pasaba y cuando tú te levantabas y te ibas a pasear con tu mejor amiga, al alejarte yo volvía a recordar que no te lo había preguntado, pero bueno, seguro que tú ya pasabas de contarlo.
Si, seguro que ya pasabas de cotar lo de las dos chicas, que ya sólo queda una. Aquellas dos que parecía hermanas, que siempe iban juntas y no hablaban con nadie. Si, siempre se me olvidó preguntarte sobre aquellas dos chicas que se parecían, pero que una era más alta y de más formas, la otra era más menuda y delicada.
Si, aquellas dos chicas que paseaban solas por la Calle Nueva y giraban en el Kiosko, y luego por la otra travesía terminaban en el Casino, para volver a coger la Calle Nueva. Siempre se me olvido preguntarte sobre esas dos muchachas que las noches de los sábados, como una docena de veces, desde la mesa uno, tú siempre veías pasar. Claro que, seguramente ya pasabas de contarlo.
Yo, al final siempre hacía lo mismo, me sentaba en la mesa uno y esperaba a ver si las veía pasar, si, aquellas dos chicas rubias que siempre vestían parecido, si una llevaba vestido, la otra también, si una llevaba pantalones pues pantalones las dos.
Claro que ya sólo queda una, la más pequeña y delgadita, aunque probablemente fuera la mayor de edad, porque siempre andaba más segura, como más resuelta, como si tuviera más autoridad....

Yiyi dijo...

... Pero siempre se me olvidó preguntarte por ellas, aunque me temo Cesar que ya pasabas de contarlo.
El caso que después de 20 años, de repente una desapareció de la calle, solo quedó la más menudita, con la misma figura de siempre y los mismos vestidos y zapatos y el bolsito y las pulseritas y el pelo rubio platino, aunque su cara pequeña había ya alguna arruga, pues debía de andar los cuarenta aunque de lejos parezca una chiquilla que se ha quedado sola porque su hermana era más frescachona y tenía más pecho y más de todo para gustar a cualquier hombre, y el hombre que a ella le hubiera correspondido, el galán capaz de amar su fragilidad, y las venitas azules
de sus manos pálidas no llegó nunca, quiza porque no existen galanes así en el pueblo, o porque no existen en ninguna parte.

Que pena más honda amigo, siempre se me olvidó preguntarte por ella,
y ahora que ya te expresaste complematamente y decidiste guardar silencio ahora ya nadie me lo padra contar, aunque estoy seguro Cesar, que tú ya pasabas de contarlo, la historia de aquellas dos que parecían hermanas, que siempre iban juntas y no hablaban con nadie.

Yiyi, un amigo en la distacia que nunca te ovidará.

Julia dijo...

Ya hace más de una semana que nos quedamos sin ti. No siento tu muerte como una ida, sino como una terrible ausencia para siempre. Me duele y me hace llorar. Lloro a cada rato, con lágrimas; pero en silencio; después, sin que se den cuenta ellos, sigo jugando con mis hijos. Lloro con Juanma, en el coche, en la cama, en la calle, en las tiendas, en el cine... él no me escucha, pero lo sabe y yo sé que él llora también. A veces, nos cogemos la mano y la apretamos y sé que estamos sintiendo esa terrible pérdida, esa pérdida para siempre.

Juanma dijo...

[Dedicado a mi amigo Luis (Lug)]
Querido amigo: me consuela profundamente lo que leo en tu blog y en el de Sinhué, pero yo no doy de mí nada en absoluto. ¿Te acuerdas de aquella reunión literaria en que hablábamos del estiaje del autor? Yo nunca he escrito nada, pero tú sabrás a qué me refiero.
Haberte vuelto a hablar me ha puesto en contacto de nuevo con aquellos años en los que coincidimos (¿coincidimos?) en Jaraíz, más que en Plasencia, porque yo creo efectivamente que en Jaraíz se cuece algo. Los largos años que han pasado desde entonces han reventado para mí, ahora, cantándome las verdades de un mundo del que yo tenía poca teoría y ninguna práctica: la amistad. Mi relación con César ha sido una cosa bonita donde las haya, salpicada de veinticinco años de momentos que, generalmente intrascendentes, no han sido simplemente amontonados uno detrás del otro, porque cada uno ha sido estupendo. Y cuando lo estupendo se va, el que se queda ya no es casi nada. Así me siento yo hoy, casi nada. Y ahora la desgracia de este amigo mío con el que no volveré a hablar me ha puesto en contacto contigo, Luis, y recuerdo como una fiesta las ocasiones en que nos veíamos.
Ahora, una frase como "la amistad está por encima de la distancia y el tiempo", que siempre me ha parecido una chorrada infantilizante, cobra un sentido inesperado, porque, simplemente y como diría mi hija Julieta, "es que es verdad". La distancia que media entre muertos y vivos es insalvable, pero la carne y el hueso no siempre han sido los testigos más fiables. En estos días estoy volviendo a ver muchas cosas de César, y comprendo, en mi carne, lo que siempre pensé de él: que nunca hablaba en vano, que todas sus ideas, sus expresiones y sus acciones procedían de la tremenda sinceridad, la tremenda ternura, sí, con que se tomaba la vida, y que no dudo le resultaba con frecuencia dolorosa. Claro que, si él leyera esto que le estoy escribiendo, al ver el esfuerzo que me cuesta, se levantaría y diría: "Vámonos, Cari, que me estoy poniendo nervioso." Y es que un sentido del humor tan maravilloso dulcifica en las personas lo que de áspero tiene la vida.

Luis González dijo...

Me llevas, Juanma, con tus palabras a un estadio emocional que no sé - y eso es pena porque signa la distancia - si César atravesaría con fuego y látigo o con sonrisa. Quizás aplicaría a estas ceremonias el "Vámonos, Cari, que me estoy poniendo nervioso." Nunca matizamos, en aquellos años, el alcance de la ternura de las cosas. Todos sabemos que es fácil caer, por esta senda, en el idiotismo. Personalmente encuentro hermoso este rebozarse en emociones y nostalgias a través del filtro de la escritura que, creo, redime muchas cosas.

Dieciséis años (mi vida) y una muerte. Muerte que es punto que anula el párrafo y convierte lo escrito, lo dicho y lo callado, en un texto extrañado que se llena de la ininteligibilidad de la lágrima, de ese olvido que "pasa de contarlo", de debilidades, de decepciones y arrepentimientos.

Creo que hay lazos - y la amistad o la camaredería es uno, quizás el más relevante - que nos unen por encima del espacio y el tiempo (y coincido con tu Julieta:"es que es verdad") y que encontrar el matiz, el tono anímico, que eleva esta intuición por encima de la ñoñería (o el "infantilismo", dices)para alcanzar "esotro" que llamamos belleza, arte, verdad, autenticidad, sinceridad.... amistad o ¡la ternura de las cosas!, eso, creo, exige el ejercicio ¿ascético? que nos lleva, a veces, a ese "estiaje" ya no del creador sino del alma, del ser y del vivir.

El dolor por la muerte a veces nos conduce a las fronteras de "esotro" pero no hay que fiarse de ella. Quedémonos con las grullas de papel.

Un abrazo, amigo.

Anónimo dijo...

Il semble que vous soyez un expert dans ce domaine, vos remarques sont tres interessantes, merci.

- Daniel

Gerardo dijo...

DESPEDIDA DE HOY

Cuando yo era joven
el futuro rodaba
como un tren de perpetuas cercanías.
Aún escucho la voz de los viajeros
encarnaban la historia
y opinaban de mí.
Yo quería espiar los homenajes
para seguir trayecto,
desde un mundo glorioso,
como un superviviente de mi propio destino.
Fue la posteridad
el sueño más rotundo de aquel joven,
lugar común de rosas,
pero habitado por desconocidos.

Pasan después los años y las páginas,
igual que el resplandor de trenes en la noche,
Y uno aprende a dejarse la piel en esta vida.
No son verdad las aguas serenadas,
ni los vientos pacíficos,
cuando se toca la raíz del viaje.
Pero se busca una estación de tránsito,
y sólo nos importan
los misterios con nombre y apellidos.
Me gustaría que supiese el mundo
—quiero decir, el mundo y tú—
que después de mi muerte,
en cualquier sentimiento de la lluvia que cae,
en cualquier sol que tiemble de luz en los tejados,
yo estaré convencido y hablando con vosotros.

LUIS GARCÍA MONTERO
“Vista cansada”, 2008

Julia dijo...

MUCHACHA EN EL HOSPITAL

Me pidieron dinero para comparte rosas
porque estabas enferma y todos te queríamos.
Conviene que las chicas enfermas tengan rosas,
lo mismo que las madres, lo mismo que los muertos,
pero estas valen menos que el amor que las manda
y sin embargo más que nuestras ceremonias.
Te compraremos rosas que no nos has pedido,
tantas como podamos, aunque no te hagan falta.
Te compraremos rosas que no queremos darte,
porque es siempre otra cosa la que uno regala
y no sabemos cuál. Acoge nuestras rosas
como el error de todo lo que se da y se acepta
y alégrate por ellas: tres pétalos son míos.
Piensa que tienes rosas, nada más piensa en eso.

César Martín Ortiz: Dedicatoria o despedida.

Unknown dijo...

Hola amigos

Unknown dijo...

Saludos cordiales a todos los que habés compartido esos momentos tan intensos con César. ¡Qué envidia me dáis!

No os conozco (bueno, miento, hablé un par de veces con LUG precisamente sobre César en Aranda) pero os considero cercanos, a Jaht, Manolo, Julia, Juamma, LUG... Yo conocí al César "de las viejas heridas" del que habla Jaht, creedme amigos, aún siguen abiertas y más que nunca. Permitidme que me una a vosotros desde la lejanía y desde la cercanía del recuerdo de César.

Habíamos programado hace poco un viaje a Jaraiz, al final no pudo ser y no sabéis cuánto lo lamentamos, lo lamenta.

Quizás lo hagamos, sin avisar, como le gustaba a César, podríamos conocer el famoso Freddo y hablar... de las viejas heridas... o de las nuevas. ¡Ojalá fuera posible!

jorge dijo...

¡Quién pudiera parecerse a tu amigo César!...
Él te diría, pasa página Jose.
Mira, en Jaraiz se coció mi sueño. Permíteme una pequeña historia.
Mi amigo de Gijón Salva tenía un cuñado joyero allí en Jaraiz. Una vez fué a Asturias de vacaciones y le conocí. En aquella época yo hacía mis primeros pinitos en el mundo de la joyería, pero no me atrevía a dar el paso de dejar un buen trabajo con futuro por el diseño de joyas. Nos caímos bien y tal y le dije: oye, si yo voy a tu pueblo una temporada, tú me enseñarías el oficio. Si, claro que sí. Dicho y hecho: dejé mi curro, con gran escarnio familiar, pedí el paro y me planté allí, en casa de Salva y Merche. Pero Julio Arjona, el joyero, estaba enfermo de cáncer y justo a los pocos días de llegar yo a Jaraiz, él se murió. Sin dolor, me lo dijo el médico (Jose Esteban). Total que no me pudo enseñar practicamente nada; pero le compré parte de la herramienta a su mujer y me quedé allí tres años, tirando de paro y autodidactismo y algún que otro "bisnes". Fué tan duro como bonito. Aún conservo, 25 años después, alguna cosa de Julio; o sea, me acuerdo de él cada día.

Lo dicho Jaht, pasa página.
¿Pink? ¿Pink Floyd? él, se acordará de mí.
Un abrazo de la conexión canaria.

Adela Ortiz (Madre) dijo...

SU ESPÍRITU GLORIOSO

Y ¡qué fresca será para tu espíritu
La niebla que humedece las alturas
Esta mañana de Enero en Salamanca!
Ya habrás en Jaraíz corrido calles
Como aire azul de la Ciudad del Cielo,
Escalando sus muros, penetrando
En vidas interiores que tu amabas
Como hiedra roja por el Salobrar.
Habrás divisado a altura de buitres
Al niño Daniel; y te habrás lanzado.
Y el roce del aire, del aire de César,
Lo notará él. También yo lo noto.
También yo lo aspiro. Pero está tu amor.
Están tus amigos en el bar de Freddo:
Juanma, Julia, Yiyi, Lola; y los demás.
EN LA MESA UNO TE ESPERARÁN YA

Jaht dijo...

Para Adela:

Si quieres escribir directamente en la entrada solo tienes que pulsar sobre comentarios (en este caso sobre 22 comentarios)En la ventana que te aparecerá, en el recuadro, bajo "Haga su comentario" puedes escribir. Cuando hayas acabado pica en el circulo "Nombre/URL" y pon tu nombre. Para terminar dale a "Publicar comentario" y el escrito se fijará en la entrada César.

Un saludo

Lola dijo...

Viene la primavera, coqueta y seductora, con su vestido floreado y su sombrero azul. Como cada año, perfumada y pintada, nos invita a asomarnos a su paso, curiosos y ávidos de luz y belleza.
Pero el viento se ha vuelto silencioso como un muro de pudor. Una niebla oscura y persistente lo envuelve todo, borra el horizonte.
Es tu ausencia. Una ausencia que duele y deja los demás sentidos huérfanos.
Queremos tus ojos en los nuestros, queremos tu susurro en nuestros oídos,
queremos tenerte cerca, tan cerca que podamos olerte.
Queremos que nos traigas la brisa fresca de tu voz y que se calle el silencio y se vaya la niebla inmutable.
Queremos que seas tú nuestra primavera y sentirla sin esta pena que nos deja tu ausencia.

Anónimo dijo...

ya no escribis mas?

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