lunes, 27 de abril de 2009

Segadores

El aire no circulaba, estaba simplemente, y su compañía era incómoda. Los hombres apagaban la sed, esa sed infinita, con vasos de aguardiente de incógnita graduación y el sudor les quemaba mientras manaba desde las sienes al cuello, al pecho y al bajo vientre, dejando manchas oscuras en camisas y pantalones junto a otras ya residentes y de edad indefinida. Esperaban. La estancia: un local de paredes de adobe que algún día estuvieron encaladas, a juzgar por los restos de cascarillas blancas que las salpicaban; y por todo vestido púas y sombreros de paja que colgaban de algunas de ellas. Sobre una repisa de ladrillo un botijo, huérfano de agua y rico en telarañas. Los hombres, unos de pie, otros tumbados, tres veces más de lo recomendable por la lógica del espacio, esperan, y espantan el olor a pobre humanidad con apestosos cigarros de petaca. En la puerta cerrada del habitáculo hay pegada una fotografía de tonalidad sepia y uno de los segadores jóvenes se escapa a través de ella y alterna en ese bar elegante con perfumadas mujeres y caballeros que toman refrescos de colores y Gin-Tónic. Una de las jovencitas con pamela le seca la frente y le invita a sentarse con ella bajo la fresca brisa del abano y a reclinar la cabeza ardiente sobre su mullido regazo. Duerme, duerme, con música de piano… y despierta sobresaltado tras un portazo y un vozarrón:
- Vamos, se acabó la siesta y la vagancia, a ganarse el jornal.

-De mis días de jornalero-
Jaht

1 comentario:

CaPiTaN bUsCaPiNa dijo...

Bienvenido que tengas suerte con tu blog
espero que sigas mi blog
saludos desde Argentina

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