miércoles, 19 de mayo de 2010

Orozco


Todavía era capaz de emocionar, aunque en defensa propia había decidido hacerlo con más oficio y menos verdad.  Fingía sentir lo que en otros tiempos le hubiera puesto al borde de un ataque de miedo, del éxtasis o del dolor.  Dicen que hace  años hubo de suspender algunas historias para ser atendido por médicos o curanderos, y no sólo él, también algún oyente hiperestésico.
Era el penúltimo cuentista al uso, el último que se hacía anunciar a través del pregonero, de suerte que ya no acudía a los pueblos que habían cambiado al voceador por la megafonía.  Supuestamente no sabía leer, ni escribir y para contar solo necesitaba silencio y una fogata (aún en Agosto) para que, según él, "broten el misterio y la música necesaria que han de acompañar al relato".  Los que llevaban tiempo siguiéndole hablaban de que nunca le habían oído repetirse, era un fantástico improvisador.

Entre las muchas peculiaridades que vestían al respetado vagabundo, no era la menor el paradójico desconocimiento que rodeaba a la persona más escuchada en muchas leguas a la redonda. Nadie sabía su procedencia, ni edad; sus gustos o aficiones; sus creencias religiosas o políticas....De ahí que todos intentaran relacionarle con los personajes que vivían en sus narraciones; por eso era el eje de tantas leyendas: que no era cierto su analfabetismo, que había sido muy rico y que se había echado a las trochas por culpa de una prima de sangre azul, que en sus días mozos fue campeón de boxeo y amante de una famosa coplera vieja, que tenía una condecoración por salvar al hijo de un Primer Ministro portugués.... Los pocos que no le querían bien alentaban la sospecha de que en la guerra había sido coronel, no queda claro en qué bando, y mataba a los presos descabellándoles con un estoque.
Sólo en su titulación coincidía todo el mundo: Orozco, era catedrático de caminos.

Todos los años, dicen los viejos que salvo el de 1965, cuando pintaban las primeras cerezas, empezaba a barruntarse la llegada del "Cuco", como también se le conocía en la aldea.  Una semana antes se hablaba de él en el ultramarino: "...dicen que le han visto por Plasencia, y que se ha dejado la barba".  Aparecía a media mañana, siempre acompañado de tres perros que aunque no fueran los mismos siempre se llamaban igual: Pao, Luci y Martín;  los "cientificos del rumor" concluyeron que serían nombres de hijos de distinta nacionalidad.  El Consejo de Ancianos que se reunía, huyendo del resistiero del sol, en los soportales de la plaza para dictar sentencias poco benévolas, masajear la petaca, escupir en los hormigueros y lanzar sus garrotas contra galgos fornicadores, se levantaban solícitos y se convertían en el comité de bienvenida y en representación del alcalde le hacían entrega de las llaves de un pajar, hogaño el de Juan "Breva".  Luego volvían a los poyos y a la Guerra de Africa mientras el caminante, convirtiendo el trío de acompañantes en jauría, enfilaba hacia el arroyo para comer y refrescarse.

Aquella misma tarde Lorenzo "el Manco" tiró de corneta para anunciar pescado fresco, el cobro de la contribución y la primera sesión, en el patio de las escuelas, del hombre con "más cuentos que Calleja".  Quienes aún desconocían la presencia del fabulador experimentaron la agradable sensación que se tiene cuando estás a punto de descubrir algo nuevo, o de aventurarte en un prometedor viaje. El bando recomendaba llevar sillas y algunos palos para alimentar la hoguera.  Las mujeres no olvidaban los pañuelos: por lo del lagrimeo, ni los hombres la bota de vino: por lo del carraspeo.
Los muchachos eran los más madrugadores y media hora antes del arranque del primer cuento ayudaban a Orozco a ultimar los detalles: preparar la pira, llenar el barril (búcaro, para él), orientar la mecedora del orador en función de la luna, buscar tabaco para su pipa .....; y conseguir un lugar próximo al fuego y la palabra.
A las diez en punto la voz grave del cuentacuentos apagaba los murmullos y se apoderaba de la luz y de las sombras:  "En un lugar muy remoto, antes de que los dragones se convirtieran en rocas......."
Y yo empezaba a volar lejos, muy lejos, en esa alfombra trenzada con vocablos que sólo aterriza con los aplausos.

Aún me llegan por Mayo, con el "trasnear" de los mirlos en el sotobosque, evocativos fragmentos de la increíble, "pero cierta", experiencia vivida por la hija de unos feriantes que habiendo recorrido el mundo entero decidió, en un paseo por la floresta, aburrida de lo conocido, comer de las bayas que convierten a las personas en gnomos para así ampliar horizontes.....; y en mis excursiones al monte va conmigo la quimera de las cabras que antaño fueron ninfas castigadas por no aceptar los requiebros de Polifemo...

Se van la tarde y los colores de estos campos castellanos perdidos en la inmensidad,  y apenas puedo seguir garabateando en mi libreta.  Entré hace horas, huyendo del calor, en este pequeño cementerio que ni siquiera sé a qué pueblo pertenece.  He comido, dormido y escrito bajo el único algarrobo y sobre una lancha de piedra, alejado de nichos, cruces, flores de plástico;  y aliviado por un botijo que algún alma caritativa ha dejado bajo el árbol, quiero pensar que para socorro de quienes se aventuran por estas inhóspitas tierras.  Al incorporarme infiero que he estado recostado sobre una tumba pues mi mano advierte sobre la losa rugosa una rústica inscripción que, contra toda lógica, no me sorprende. Dice: Colorín, colorado...



A quienes están dispuestos a seguir siendo siempre niños para no prescindir de los buenos cuentos.


Jaht    



                                                        

8 comentarios:

Jara dijo...

Me encanta como describes a ese
comité de bienvenida que se protegia del resistiero del sol.
Gran personaje Orozco.
Ojalá pudieramos elevarnos con más
frecuencia en esa alfombra trenzada con vocablos.

Araceli Esteves dijo...

Hermoso cuento. Los catedráticos de caminos deberían tener una plaza rotativa de maestros de escuela.

jorge dijo...

Guapísimo, chaval.
Que potencia tiene el personaje; es un auténtico artista (de la palabra) itinerante, con el misterio tras de sí.
El espíritu del Cuco está en ti.
Este cuento es un disfrute leyéndolo en voz alta.
Un abrazo, gran Jaht, de la conexión canaria.

Javi dijo...

Bello retrato.
Todo un capo el tal Orozco.
SaludoS!

Candela dijo...

Peculiar personaje.!Un autentico
cuenta cuentos!
Bonito y acertado epitafio.

Raúl dijo...

Percibo en el relato ese halo mítico que tienen algunos personajes de "Cien años de soledad". El papel de vagabundo, buhonero, cuentista o cómico de la legua, da un juego impresionante.

Luisa Arellano dijo...

Qué pena que se hayan perdido los "Orozco" el buen sabor de lo natural y auténtico, el arte en estado puro... Los "Orozco" que se hacían presentar sin tecnología de por medio y sin títulos rimbombantes de universidades rimbombantes... con su imaginación como el más completo plan de marketing y tarjeta de presentación... con el público, que en definitiva es el destinatario como crítico... Qué vuelvan los "Orozco" , qué vuelvan por favor, porque ...En la calle, pacientes y en salmuera,
se curtirán los odres del destino.


Besos.

jorge dijo...

José Antonio, te imagino bien. No has publicado nada en todo el mes de Junio y me extraña.
Saramago, al que admiramos, estuvo años sin escribir (se lo oí contar a él) y le preguntaban (sobre todo el editor) el porqué. Porque no tengo nada que decir, les respondía.

Recuerdos desde Lanzarote.

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