miércoles, 10 de junio de 2009

Los Olvidados



El hombre fue culpable por no mentir, por decir lo que pensaba y no gritar los ¡vivas! en que no creía. Por no comulgar.
Ya tenía ganas de irse. Ellos temblaban más que él y recogían las balas mezcladas con tierra húmeda de las orillas del Jerte: ¡vaya cosecha de vencedores!.
Cándida, su mujer, hacía un año que se había dejado morir: dos hijos desaparecidos dejan un agujero en el pecho y el alma ni siquiera se eleva, cae a los pies, y frágil e indolora, se rompe bajo la sandalia.
Miró a lo lejos y se dijo:"He vivido demasiado, ya sólo me queda morir dignamente" .....y dió la orden al pelotón:
-"¡Viva la República!".


Hace tres días, antes de los lúgubres aldabonazos de medianoche, la vida de Margarita saltaba por encima de miedos y pesares. Tampoco esperaba grandes cosas de 1937, pero el tiempo ayudaría a restañar viejas heridas y aunque nada volvería a ser lo mismo, alguna vez se impondría la cordura.
Siempre había sido una mujer animosa y valiente. Ahora los nuevos tiempos imponían prudencia, que no había sido nunca una de sus virtudes, al menos a los ojos de algunos vecinos del pueblo. Pero Marga, mujer franca y directa, nunca había tenido enemigos; creía ella. La frescura no era precisamente un defecto, ¿verdad?.

Por eso la sobresaltaron los golpes, que la sacaron del sueño profundo al que ahora, setenta horas después, estaba tal vez condenada a volver.
Ya no chillaba: -¡Esto es un error!-; -¡Llamad, ahora mismo, a Sebastián!-; -¡Te vas a enterar Agapito!
Ya ni siquiera lloraba, ni se tiraba de los cabellos.... Estaba seca y en su cabeza no habían dejado un sólo pelo. Desnuda y tras hacerla tragar un litro de aceite de ricino la habían paseado por el pueblo con un cartel que decía: "Soy una guarra y me cago de gusto"
¡Cómo se reían los niños!. Hasta el de Encarna, su mejor amiga, que hace una semana la llamaba tita.
¿Porqué eran tan crueles?. ¿Por qué no la dejaban descansar?.
Ya se lo había dicho todo: Ella, cuando se enamoraba, se entregaba en cuerpo y alma y no preguntaba nada a sus hombres. Sebas era maestro en Plasencia y era su amigo, ¡sólo eso!

Era Noviembre, con las manos atadas a la espalda la situaron, aún desnuda, encima de un bidón en la balconada del Ayuntamiento para que el que quisiera lanzara sobre ella erizos de castaña o cagajones. Afortunadamente la altura permitió que acabara la fiesta. Al saltar sorpresivamente al vacío Marga se rompió el cuello contra el suelo.




























¡Dejad en paz a mi hijo!.
No ha cumplido aún los dieciocho años. Ha subido a la sierra para traerme pan. Yo he perdido la guerra; él,¡NO!.
Don Jesús, el suyo es de la misma edad, eran amigos.
¡Déjele vivir!


Dedicado a Francisco Cedenilla (escultor) y los que apoyaron la idea.
Nunca imaginaron que la inmortalidad de su obra se vería subrayada, una vez más, por la sin razón de las balas.

Jaht

3 comentarios:

Yiyi dijo...

Y el olvido está lleno de memoría.
Y la memoria es un frío viento
dormido en los abismos del olvido.

La espera, es el abismo donde
el frío viento de la memoria, espera, duerme, sueña.

Yiyi

Raúl dijo...

Un conjunto escultórico de lo ma´s original. Cierto.

Candela dijo...

El estar aqui de unos y el no estar de los otros, alimenta nuestras heridas. Ya no supuran, pero siguen siendo heridas..

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