sábado, 25 de julio de 2009

Estrella Roja

Salamanca, 1970.
Primeros de Noviembre, cuatro de la tarde de un sábado con olor castañas asadas, falta poco para que el Padre Ignacio dé comienzo al partido que enfrentará al Estrella Roja con el Torpedo de Moscú que, por otra parte, sólo es el anticipo de una esperadísima película del Gordo y el Flaco.
Por una esquina de esta alineación andaba el que suscribe con ganas de cincelar su nombre en los anales del seminario, no precisamente en la lista de los temerosos de Dios, si no en la de los delanteros más temidos. El resultado de aquel encuentro no debió ser tan decisivo, como hacían presumir el rigor y la seriedad de los prolegómenos, pues no lo recuerdo. Será curioso recuperar la información en ese último minuto en que dicen pasa por delante, cual moviola, todo lo vivido con pelos y señales.

De alguno de mis compañeros de juego llegan volando el nombre y sus dos apellidos, de otros sólo el nombre o sólo el apellido, tres de ellos han quedado desnombrados; así pues deduzco que estos últimos eran los más discretos y los que menos tiempo tenían el balón en sus pies; les debo una cien millonésima parte de segundo en el repaso final.
En la hazaña que protagonizamos aquella tarde, la épica no debió aparecer en suficiente cantidad para unir por siempre nuestras vidas (imagino que lo mismo les pasó a los de la "tomadura" de la Isla Perejil) pues sólo a uno he vuelto a ver, un día, con el paso de los años: mi primo A. L. B. que vino a hacerme saber que por fin había triunfado: era un ejecutivo agresivo comprador de basura (literalmente), un adelantado a su tiempo.

Lo que fue de Epifanio, Juan Bueno Paredes, Miguel Vadillo, Eugenio, Plaza, Llave y los tres tímidos (observad la posición de sus cabezas) tras cerca de cuarenta años, es un misterio para mí pero como imaginar no sólo es reconfortante, también económico, me permito el lujo:
Tirando de estadísticas puedo casi afirmar que uno de ellos, creo saber quién, tiene una orden de alejamiento de su ex-mujer a la que golpeó con un jamón piornalego; otro estará felizmente casado con su novio de toda la vida, al que conoció en el cuartel Granada 34 de Huelva; la hija del capitán del equipo es posible que sea la endiosada cirujana que te operó de almorranas; Vadillo tenía desparpajo y sinvergüencería, hoy día puede ser un constructor exitoso; en esta estampa sepia seguro que había también un futuro cura y otro guardia civil, su estrato social lo aconsejaba; y los que quedan es fácil que se dedicaran al funcionariado, a la política o a las dos cosas a la vez.
Yo, el extremo izquierdo, como ya bien sabéis intento destacar en varias áreas que desarrollan conocimientos y experiencias en el campo y en el negocio del ocio, sin olvidar la faceta científica que busca mejorar la interrelación restaurador-poseedor de euros y las variables precio-calidad; doctorados que me obligan a rechazar el interés de las universidades por mis tesis y conferencias si quiero seguir haciendo lo que realmente me gusta: poner vinos, cervezas y cafés.


¡Tanto penar para morirse uno!, que diría Serrat.

A los de la foto, que no queríamos creer entonces en las razones de Peter Pan.

Jaht

jueves, 16 de julio de 2009

Rayan

No llegaste a ver la luz del día, porque esa claridad que percibías era la del túnel que une la vida con la muerte. Te quedaste a las puertas del beso y del abrazo, del calor del sol y del aire que acaricia. El nido que te acogió durante dos semanas nada tenía que ver con el vientre cálido de la breve maternidad de Dalilah, ni con las cunitas de madera, estampadas con caballitos y con balancín que esperaban en las humildes casas de tus sufridos abuelos.
Tú, inocente copito de vida, eres la última prueba de la inexistencia del Dios justo y bondadoso que predican los tuyos y los míos; la triste constatación del hombre imperfecto y la cruel certeza de que la suerte y el destino amable huyeron siempre de los más necesitados.
Te has perdido: el amor y la guerra; la lluvia purificadora y el fuego inquisitorial; los balsámicos cuentos y la áspera realidad; el juego y el trabajo; el placer y el dolor; la pena y el júbilo.... Se te perdió la existencia, te la extraviaron. Nadie supo ayudarte a encontrar el camino de regreso.

Y al igual que hacía Saturno con sus hijos, a tí te devoran ya muertecito, los periódicos y canales de televisión. No les importa que sólo peses dos kilos y que los que te quieren corran despavoridos con una cajita blanca entre sus brazos, sin poder gritar ya porque sus gargantas están secas; desesperados, sólos y abandonados en medio de la multitud.
Dicen que eres noticia, ¡en eso te han convertido!. Hasta los reyes te mandan aviones, quieren fotos contigo antes de que traspases las verjas del limbo. Son los mismos que vierten a tu gente, a nuestros pobres, en pateras carcomidas en medio del océano, con la esperanza de ingresar divisas para forrar con oro sus palacios y las cancelas de sus fincas de recreo.
Eso también te lo has perdido Rayan: la soberbia suya y la ignorancia y estulticia nuestra que alimentan las desigualdades y el hambre con el beneplácito de todos.
¡Quién sabe!, lo mismo no eras tan cándido como imaginamos y has decidido que este mundo al que habías llegado por brutal cesárea no te interesaba y has elegido dormir para siempre al lado de tu madre; nadie ha establecido la edad de la sabiduría.


Sea lo que sea, Rayan, copito desecho de vida, nos queda de tí lo más sólido y duradero: el recuerdo. Tu padre, Mohamed, no caminará eternamente solo porque algunos te hemos conocido y apreciado. Duerme.

Rayan murió en Madrid el Lunes 13 de Julio (dos semanas después de que lo hiciera Dalilah, su madre, de veinte años) por un terrible error médico.
Jaht

miércoles, 8 de julio de 2009

Don Fernando Fernández de la Fernandera

Arrastrando su bien merecida y trabajada fama de sabio despistado, al modo en que un niño "golfete" e indolente remolcaría un juguete de madera, entró Don Fernando en el casino de la capital de la Vera siendo las doce y cuarto del mediodía.
La táctica, una vez más, había resultado: ya le esperaban el ínclito Juan Román, el mejor pintor sin duda de su pequeño pueblo y el fiel pagano.... ¡vamos, el señor este del municipio aledaño! , y no es que no queramos acordarnos de su nombre, es que el personaje que nos inspira el relato tampoco lo recuerda.
Para mí siempre será: "mi buen amigo"-solía decir el escritor (copiador para algunos)-.

Y a fe que les procesa devoción( "mi buen amigo") pues lleva meses haciéndose cargo de los aperitivos de tan ilustres autoridades del saber; faros culturales según su humilde opinión.
-Y bien, maestro Román, cómo van esas subvenciones - inquiere a modo de saludo nuestro protagonista-

-De eso precisamente quería hablarte Fernando. Necesito tu intermediación. Mi último proyecto, ya sabes la exposición de la escultora madrileña, ha topado con la insensibilidad de la secretaria del Consejero. Fíjate, no entiende la partida que se refiere a los tres mil euros para peanas. ¡Qué duro es bregar con la ignorancia y la incompetencia!. ¡Ahí, en el suelo, quieren ellos el arte y no en lo alto de un pedestal!.


-Comparto tus anhelos y me hago solidario de tus quejas, pero no desesperes. En lo que a mí respecta haré cuanto esté en mi mano - dijo, llevando la misma, armada con un palillo, a la tapa de magro más tentadora. Olvidado ya, para siempre, el lamento del "pincel verato"-

El nieto de Don Fernandazo, Fernandito fue su padre, es un hombre de su tiempo y por tanto cree en la genética, a eso atribuye su sordera intermitente y el buen estado de sus papilas degustativas y presume, como sus antecesores, de ser un estudioso de las vertientes artísticas insertas en los buenos caldos y en las delicias culinarias. Eso sí, en cantidades medidas, más próximas a la frugalidad que al hartazgo: "....la fábrica de las ideas comienza en la oficina del estómago".

-Por eso queridos amigos- pontificó- los acuerdos que mueven el mundo, las grandes decisiones, los estratosféricos contratos... pasan indefectiblemente por el lomo de una tábula bien pertrechada de cautivadoras viandas y preñada de esencias líquidas y volátiles, capaces de ablandar los más rocosos principios y dinamitar las más encastilladas voluntades.


-¡Camarero, por favor, este discurso merece otro refrigerio!; otra de lo mismo y lo anota en mi cuenta -apuntó el hombrecillo sin nombre al impertérrito cantinero, que sin necesitar de esta última precisión, ya había colocado los tres palotes al afortunado y satisfecho interlocutor de los dos artistas-

-"Mi buen amigo", ¡qué sería de nosotros los creadores, los guardianes de las milenarias costumbres y culturas sin el beneplácito de seres agradecidos y hombres de bien como usted! ...y si no es abusar de su generosidad añada a la comanda una racioncita de pulpo que tiene muy buen ver.


-¡Faltaría más, pase la orden a cocina, Sebastián!


En pláticas y "Fernandólogos" similares se hicieron las dos. Nuestro hombre recogió su portafolios y rechazando caballerosamente la última invitación se despidió de sus contertulios, más bien oyentes:


-Señores, el deber y el respeto que le tengo a mi esposa me reclaman. En mi casa, en el templo de mi familia, la mesa comienza a servirse a las catorce treinta. Sólo una vez en los últimos veinticinco años, el día de la muerte de mi madre, nos hemos saltado dicho precepto. Siento privarles de mi presencia. ¡Au revoir! -y salió precipitadamente haciendo una graciosa inclinación de cabeza-

Huelga decir que en su faldriquera tintineaban las mismas monedillas de la mañana, alegres por continuar juntas, cultivando ya una larga y cálida amistad.


Lo que cuento tuvo lugar instantes antes de que el barman del rostro impenetrable, el marido de la modelo, tomara esta instantánea de Don Fernando en situación más que apurada.



Gracias a Helmut Newton por su colaboración
Jaht

miércoles, 1 de julio de 2009

Buenos Aires. Principio y fin de siglo.






Freddy Flores:


Y Freddy aparece en Buenos Aires para comenzar el primer día del resto de su vida. Una vida que aspira a mejorar. Es joven, tiene fuerzas y ganas de luchar por los suyos, los que quedaron allá en aquella tierra ingrata y estéril que no da pan a sus hijos.
No importa que su primera aproximación al extrarradio bonaerense sea una triste incursión en un garito en el que la grasa está instalada como elemento arquitectónico. No importa que arrastre los grilletes de la ilegalidad que le condenan a ser persona de categoría inferior. Cuentan que algunos paisanos suyos hicieron plata, y mucha, en Buenos Aires. El, será uno de ellos. El, alcanzará la meta de la dignidad y cuando reclame a su familia habitarán un adosado y a su mujer la llamarán doña Charito.

Enrique:

La vida es dura, también para Enrique, el jefe. Amarrado a su parrilla, aguantando los salivazos de bilis de parte de la clientela. Está cansado, tiene ganas de salir corriendo pero aún le quedan unos años para poderse retirar y la situación de emergencia de la nación no invita a heroicidades. Sabe muy bien lo que está pasando, se veía venir. Algunas cigarras flotan ya calle abajo, las hormiguitas como él guardaron para un invierno largo y nadie va a arrebatarle lo que es suyo.

Rosa:

Y entre los embates del mar embravecido, caminando sobre las aguas, viene Rosa, la frágil mujer envuelta en pétalos de acero. También sobrenada las inmundicias, los desamores, la soledad....pero todo deja marcas; algunas forman pulseras en sus muñecas.
Ejerce de todo lo que no es: madre, amante, amiga...Demasiado equipaje para un alma transida.

"El Oso":

Atraídos por el olor de la fritanga, como polillas suicidas, no se despegan del bar clientes como "El Oso", taxista pendenciero que manotea desesperadamente para no hundirse con su crisis económica y personal. Huraño y desesperado, El Oso, no encuentra salida a su situación, dentro de nada será uno de esos insectos cantarines que Enrique ve bajar calle abajo. Paga su mal humor con todos y su crédito se ha agotado.

Coda:

Sólo hay algo más inquietante que el propio antro, recinto convertido en reloj de arena, es la lúgubre calle donde se desgranan los perdedores cuando baja el cierre el local de la parrilla.



Adrián Caetano dibujó en el otoño del 2002 su película Bolivia, en la pantalla del Cine Avenida (Cineclub El Gallinero), con lápiz negro y con tinta caliente de las Venas Abiertas de América Latina.



Jaht

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