miércoles, 27 de enero de 2010

La Vuelta a Corralda en 4 Horas


Leocadio abarca el vaso de café, resiste el cristal ardiente y a continuación posa sus manos sobre la copa de brandy para infundir alma al licor. Ahora mismo, el cuerpo hacia adelante, la cabeza gacha, se siente arropado por los aromas y las evocaciones, que viajan juntos. Sobre la barra, un sobre del INEM y un billete de 20 € con una leyenda roja, a bolígrafo, sobre la piel del mapa económico de Europa. ¡Todo se ha desencadenado tan deprisa!, piensa el hombre, que no ha leído el texto porque pierde sus ojos en el puente de azul diseño; y se imagina, con una sonrisa agridulce dibujada en su rostro, asando sardinas, justo allí debajo, junto a Carpanta, aquel antihéroe de su dorada infancia. Hace tan solo un año era todo lo feliz que se puede ser cuando aún se aguanta el pulso a  la vida: trabajillo, casa, mujer amable y reguñona, dos hijos y unas perrillas para vermut y cañas de fin de semana. De pronto, como un terrón de azúcar en un vaso de agua, sólo ha quedado el sabor perdiéndose por una antigua circunvalación del cerebro.

-Tranquilo Leo, grita el barman, mientras recoge el dinero para cobrar: dicen que Dios aprieta pero que no ahoga.

En el momento de hacer el comentario, Bruno, el dueño del café Greco, está arrepentido de sus palabras. Es más, se enfada consigo mismo, siempre en voz alta, y se recrimina la falta de autocontrol: ¡un ateo irredento hablando de Dios, porca miseria!. Está claro que lo de consolar no va conmigo; si mi nonno, que decía haber conocido personalmente a Antonio Gramsci, levantara la cabeza me atizaría con la boina y a nuestro amigo, el pesaroso, le daría la hoz y el martillo para enjugarse las lágrimas.
Lleva a gala el no poder evitar empaparse con los problemas de la clientela. "El italiano", como le conocen en el pueblo, al que llegó hace tres años, es querido por su disponibilidad y su aparente atención en las confesiones. Aunque hay quien dice que es de Alicante y que su relación con la península de la bota tiene que ver, precisamente, con un cursillo de tres meses en una fábrica de zapatos; eso no importa, la gente quiere a Bruno, ese tío tan raro, al que se le ha otorgado patente de corso y se le perdona todo lo que justamente hace arder a otros en las hogueras inquisitoriales de la villa.

-Ragazzo, pronto, traéme lo que tú ya sabes; quiero reír  -le dice, alargando veinte euros a un joven delgado y con rastas, que ojea el periódico-

Gorka comprueba con rápida discreción que en el anverso aparecen sobre la plata el número y el símbolo y pone en manos del muchacho un sincero apretón y una bolsita; luego sigue su paseo por el parque en compañía de dos famélicos galgos, dispuesto a iniciar bajo el Pino Gordo, sobre la alfombra verde, sus ejercicios matinales de relajación mental y muscular. Un  rato después duerme sobre la hierba, con unas orejeras que imitan una flor, de sus oidos rebosan tantras, mantras y campanillas tibetanas; mientras, los perros confraternizan con las garrapatas.
Le despiertan otros ruidos menos agradables que resultan ser los de sus tripas, escoltados por los ladridos nerviosos de Abelardo y Eloisa. Deja a los animales en la furgoneta, y se dirige a la tienda de Encarnita, la que le mira con ojos miopes, la que llora con la voz, la que le tiene sumido en un mar de dudas.¡Ay, Encarna la carnicera!: la que ha conseguido que vuelvan los sentimientos de culpa, la que le ha hecho saltar de las espinacas al solomillo.

-¿Es que vuelves a Alsasua, Gorka?, lo digo por lo que está escrito en el billete. Si es así te echaremos de menos, unas más que otros.

Carnita, así llevan treinta años llamándola, es simple y soñadora; y esto no es ninguna incongruencia, porque se pueden desear cosas pequeñas, amores fugaces, flores blancas y sin pétalos, versos cortos y caricias con plumeros de niebla. Es tan sencilla y sincera que parece tonta, ese adjetivo miedoso que esgrimimos como escudo ante nuesta incapacidad de comprender a los niños y jugar con ellos, tengan los años que tengan.
Nunca tuvo ambiciones, ni siquiera "legítimas aspiraciones", ni tampoco caja fuerte; carencias que la colocan como elemento sospechoso dentro de los de su gremio, que utilizan máquinas choriceras para encañar sus fortunas. Pero a pesar de su inocencia, o tal vez por eso mismo, todos la temen ya que es la única persona que puede llamar a las cosas por su nombre, mentiroso al alcalde y fariseo al señor cura; sus verdades son saetas tan irreversibles como los cuernos de Don Friolera. Será por eso, por lo que en su comercio: el mejor, más barato, más concurrido y más limpio de Corralda,  reina un silencio sepulcral que sólo rompen los gramos, los kilos o las docenas.

 -María, aquí tienes la vuelta, y cuidado no la pierdas, que te veo muy despistada, cariño.

La mujer recoje el dinero y tras dar las gracias y despedirse, con media voz , sale a la calle y durante unos segundos piensa en la dirección a tomar, que solo puede ser una. Llega a casa y aparta la olla de la placa eléctrica y vuelve a equivocarse, una vez más, al poner la mesa; retira el cubierto que sobra y se sienta delante del televisor a esperar a Julia y Jairo. La chica llega del instituto y encuentra a su madre en la misma posición que la dejamos hace unos minutos: mirando absorta. La foto de los cuatro sigue en la pared, justo encima de la pantalla apagada. Recuerda algo, justo en el momento en que la niña acaricia su pelo, y se incorpora en busca del  monedero; desdobla un billete de 20 euros y se fija en el  graffiti rojo; estos poetas dicen muchas tonterías -piensa- también es dulce la diabetes.

-Juli, antes de que aparezca tu hermano, acerca esto a papá que estará en casa de la abuela. Dile que es su parte de la última Primitiva..., y que yo tampoco sé qué ha pasado.
Jaht


jueves, 14 de enero de 2010

Diario de Mario




El sol aún dispara peligrosas ráfagas de Vitamina D manteniendo limpias las calles. Llego del Lago y decido echarme tras la merienda, recuperar fuerzas, relajarme. Mi madre suspira en el comedor viendo junto a mi hermana, la chica más perforada del pueblo (23 piercings), una película de Raphael en Cine de Barrio; luego jugarán juntas a exterminar seres de otras galaxias, de Africa creo. Son unas paletas, no las soporto: ni conocen a Dj Tiësto ni han visto la última de la saga Crepúsculo, ¿de qué podría hablar con ellas?. La cama está sin hacer, si mi abuela viviera no hubiera permitido esta desidia; ¡cuanto me quería la jodía momia!.
Lo de mi padre es casi peor, ha conocido en los andamios de Madrid a uno de letras, sin curre en lo suyo, que le está volviendo gilipollas; este fin de semana se ha presentado con un libro de un tal Saramago y con una película que se titula Cowboy de Medianoche, que no pienso mirar (a pesar del título) porque seguro que es un coñazo. Y es que es lo que yo le digo: ¿es normal que un encofrador lea algo que no sea el Marca?...¿de qué vas a hablar con tus amigos?...Eso que estás haciendo es renegar de tus principios. Tú eres un obrero, ¡coño!. Se lo digo enfadado, de mala leche, y él me mira sorprendido. Creo que sabe que tengo razón;  me lo estoy ganando: el otro día me miraba comprensivamente mientras yo daba puñetazos al sofá por la expulsión de Carol, la del Gran Hermano.
Cosas importantes, como esta última de GH, son las que hacen que entre Lydia y yo haya buen rollo: ella también lloró, nos abrazamos y acabamos follando en el buga mientras la taladradora de Dj Mostrenco nos impedía pensar (se nos olvidó el preservativo).
Y no es que yo me crea mejor que nadie porque tenga un coche guay y un equipo Sony CHX-GT230, pero uno se mueve y aprende, que es muy importante conocer ambientes que te enseñen lo que merece la pena aprenderse: buenas discotecas y buenos comercios.
Porque yo me he hecho a mí mismo. ¡Que vivo en casa de mis viejos, ¡vale!, pero porque quiero!. Si yo dejara sola a mi madre, con mi trabajo de "viruta" ganaría una pasta en Barcelona, y no la miseria que me dan aquí, que no me llega para los cinco pagos mensuales que tengo entre manos. Pero uno es un buen hijo, responsable y cauto: que sólo tengo 27 años, ¡hostias!, y toda una vida por delante.
Y basta de reflexiones, que he venido a recargar las baterías y este no es el camino. Quiero que nada me ronde la cabeza y en eso soy un experto, nunca tuve demasiados problemas para dejar la mente en blanco. El acontecimiento de esta noche merece que esté en plena forma. Inicio la cuenta atrás, concentrándome en lo único que importa; el cero coincidirá con la esencia y el sueño profundo: 10) el momento más sublime de la semana, 9) razón de vida, 8) justa rebeldía juvenil, 7) libertad y conquista, 6) hora de reivindicar dignos corrales de ocio, 5) con ginebra o con ron, he ahí la cuestión, 4) decibelios p'al Aurelio,  3) no te entiendo pero "pa" las chorradas que estarás diciendo,  2) bebe deprisa y tendrás una hermosa vomitona, 1) ¡"semos" los mejores, y los más atronadores "regüelderos"! 0) ¡BOTELLON!


Con lágrimas en los ojos. A la memoria de Miguel Hernández que dejó escrito: 

"Juventud que no se atreve,
    ni es sangre, ni es juventud,
    ni relucen, ni florecen.
    Cuerpos que nacen vencidos,
    vencidos y grises mueren:
    vienen con la edad de un siglo,
    y son viejos cuando vienen.
    La juventud siempre empuja
    la juventud siempre vence,
    y la salvación de España
    de su juventud depende"


Y también a los chicos y chicas que no se sienten identificados con el escritor del diario; que sé que son bastantes. 
¡Vale!; y a los que van al botellón y se lo pasan divinamente: se relacionan, no mean en la calle, recogen y reciclan los residuos, no dan gritos, no rompen ni queman nada, no permiten beber a menores, no acuden a urgencias al mínimo mareo, no se pelean, no llevan coches cantarines y aprovechan las noches para hacer el amor y no el gorrino.
Jaht

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