jueves, 3 de diciembre de 2009

Estación Abrevadero


"Siempre rebosa el amor en los reencuentros".


Mientras camino, la frase martillea mi cabeza rítmicamente, al compás de unos pasos que cada vez son más rápidos y más alegres. Mi padre fue el creador de esta luminosa sentencia hace cuarenta años, cuando yo era apenas un niño. Si Marciano, que así se llamaba el filósofo y poeta, hubiera tenido que escribirla con garabatos de oro, hubiera necesitado primero de un escribano que tradujera en letras las palabras, porque él era casi analfabeto. En cambio, en mis recuerdos están cinceladas sobre blancas e indelebles nubes de algodón y en el lenguaje universal del sentimiento, que no permite error, ni faltas ortográficas. Recuerdo, con todo lujo de detalles, el momento en que volaron de su boca, mientras esperaba en cuclillas con los brazos abiertos, la llegada de mi madre y los tres cachorrillos, que corríamos más deprisa que el tren que se alejaba. El andén, en Plasencia, estaba plagado de cajas, bolsos y maletas cruzadas por correas, y de hombres rudos como él que hablaban de las carbonillas del tren para no admitir que estaban llorando. Eran las once de la mañana y el frío sol de invierno caía tan sesgado que dejaba a oscuras, aunque pintado de escarcha, todo lugar en que no aterrizara uno de sus rayos.Un año, sin una cara que pincha junto a la tuya, es mucho tiempo para un niño que tiene que defender en la escuela a un héroe emigrante, que sólo aparece por Navidad.

Pero no he venido hoy  hasta el apeadero, para hablaros de mi infancia sino de la gran verdad que habitaba el pensamiento de mi padre: "...del amor que rebosa". Hay en las estaciones tantos trocitos de corazón, tanta ternura suelta (como aquella carbonilla que atacaba los ojos de nuestros "ulises"), que no es cuestión de desaprovecharla y menos en estos días que corren, tan desaprensivos.
Yo vengo habitualmente a bañarme en miradas de esperanza, en suspiros, en abrazos que abarcan familias enteras, en risas y sobre todo en los ríos de lágrimas que purifican el pecho y despejan la cabeza (recomendable, no sólo para el espíritu, también para los catarros).
Pero también he sido testigo de huídas sin equipaje, de yertas muecas de bienvenida, de miedos infundados y de lunas de miel que se rompen al poner el pie en el estribo.Creemos que únicamente lloran los que están en tierra y eso es porque dejamos de ver a los que se van; pero siempre el amor está por medio: por exceso o por defecto; y los que venimos a esta especie de balneario de Renfe salimos reconfortados y más limpios.

La experiencia ha convertido mi imaginación en un instrumento casi infalible para detectar situaciones emotivas y novelescas. Por ejemplo os puedo asegurar que esa chiquita del piercing en el ombligo y el abrigo de piel, que se come las uñas, está esperando a una amiga (antes decíamos novia) que está haciendo oposiciones para entrar en las Fuerza Armadas. Y ese señor mayor, de grandes cejas y gesto adusto, marcha a pasar las nochebuenas en casa de su hijo, que hace tres meses que no se acuesta con su mujer. ¿Y qué me decís del que acaba de cruzar el hall a la carrera?; no, no es un carterista; es hincha del Barça y lo televisan a las ocho. Ese inquieto del móvil y el maletín, ni se va, ni espera a nadie; está haciendo tiempo; hace meses que perdió su trabajo. La pareja que acompaña al hombre del sombrero y el poncho, los que se dirigen a la calle, son policías y él un estafador de poca monta.
¿Que en qué baso mis suposiciones?: En sus miradas, sus manos, los bultos o falta de ellos, la respiración, su vestimenta, sus gestos, los regalos...... y tantos años de abrevar en estas charcas en que chapotean las sensibilidades más sinceras, las inmediatas, las que no se pueden ocultar porque forman parte del instinto más humano, el que más nos acerca a los animales: el de supervivencia.
Sí, en ocasiones he errado el tiro, ¿o no?: una vez deduje que la bella y angelical dama, que aguardaba pacientemente, piernas cruzadas y guantes sobre el regazo, era una señora bien casada que se la estaba jugando a su marido con el sujeto que llegaría en breve; y resultó ser un cura alto con teja y sotana.

Siempre que podáis, visitad estaciones y trenes, aunque no aparezcan en las guías turísticas, no os cobran nada, tienen mucho que enseñar y podréis encontrar, aún, amores olvidados en las antiguas consignas.
Yo creo que el "maligno" ha inventado el AVE para cargarse las salas de espera y los transbordos, aquellos  ámbitos y aquellos empujones que contagiaban humanidad.




 A todos los viajeros, incluso a los que no van a ninguna parte.
Jaht

10 comentarios:

Yiyi dijo...

¡AVE Cesar RENFE, las estaciones que van a morir te saludan!

Valencia de Alcántara


Mu bien Jaht, mu bien cavilao.

jorge dijo...

Hace años que no piso una estación de tren,llena de energía,de emociones,de esperanza,de estímulos para la imaginación...En ésta isla solo hay aeropuerto,que no es exactamente lo mismo,pero hace las veces.Bueno Jaht,redactas maravillosamente.Te saluda la conexión canaria.

Bárbara dijo...

¿Y no podía estar pegándosela con ese cura alto? Hay algo científico en la observación, mirando bien se puede llegar a la verdad, estoy convencida.
Y también de que el lenguaje del sentimiento no tiene faltas ortográficas, como dices.
Como a ti, me encantan las estaciones y me encanta viajar en tren.

Anónimo dijo...

las estacionesde tren son hervideros de sentimientos..

Luisa Arellano dijo...

Se pierden irremediablemente esas estaciones y apeaderos llenos de emociones, pero tú has hecho una magnífica descripción que permanecerá cuando la última desparezca en la vorágine de la alta velocidad.

Abrazos.

Jara dijo...

Esos andenes ahora llenos,bulliciosos
ahora vacíos,tristes, con esa carga
emocional que los dota de tanta
personalidad. Tantos encuentros,
desencuentros,esperanzas,lagrimas,
...tantos besos.
Los recuerdos con el tiempo se idealizan,se suavizan, con la conviccion de no tenerlos que
afrontar de nuevo.

Primerodemayo dijo...

Eres un maestro compañero, hace mucho que no visito una de esas antiguas estaciones, tan magicas, tan grandes... las de mi pueblo nunca las llege a pisar en pleno funcionamiento, ahora no son mas que un edificio abandonado ni vias ni railes.

Sin embargo en mi segundo hogar, en las costas del Algarbe portugues aun esta todos los pueblos y cuidades conectados por trenes antiguos y encantadoras estaciones.

un saludo

Candela dijo...

Hola Jaht, imaginate una pelicula:
"MEMORIAS DE UNA VIEJA ESTACIÓN
DE TREN"

Raúl dijo...

Pocos pretextos se me ocurren más literarios, y pocos escenarios más cinematográficos, que una estación... que un tren.

carmen dijo...

Me ha gustado tanto leer este post... A mí el tren me fascina, y las estaciones de tren me llenan de nostalgia. Y ahora pienso que será por tanto sentimiento acumulado durante años; esos sentimientos que flotan en el ambiente y se nos cuelan por los poros hasta el alma.

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