Es Agosto.
En los pueblos de España, como si el tiempo se hubiera quedado enganchado por culpa de un grano de arena demasiado grueso, el toro, ayer uro, sigue siendo la víctima y el rey asaeteado (por monárquicos) de las fiestas; como antaño lo fueron aquellos cristianos que se zamparon los leones.
Pañuelo rojo al cuello, bota de vino, camiseta de la Peña Los Borrachuzos, gorra de Piensos Biona y rejones. Cuernos rotos, patas quebradas, miradas de brava humillación, berridos de dolor y muerte. Los dos protagonistas corren por diferentes razones: unos, que miden su modernidad por número de móviles, canales televisivos, piercings y tatuajes, huyen de sus propias y estúpidas circunstancias viendo en el bello animal todos sus problemas, frustraciones y también soluciones; embriagándose con el olor de la sangre caliente y creyendo, como sus abuelos, que los testículos de la fiera moribunda les transmitirán las fuerzas que ellos no tienen para decir ¡no! y para decir ¡basta!. El otro, el noble, brama por calles de asfalto o plazas de piedra, buscando el campo al que sólo volverá en espíritu cuando la tortura haya finalizado.
Es Agosto.
Y aquí andamos, un año más, luciendo palmito por nuestras piscinas y agonizantes gargantas, iniciando la ceremonia del pavoneo, los machos y hembras dominantes, los que desprendemos, como caspa, feromonas en cada movimiento. Nada es nuevo, todo se repite y en la misma cantidad, la lujuria es un pozo artesano de calientes liquidos lechosos y vasos comunicantes: a menos tela más excitación, a más ocultamiento mayor misterio. El objetivo primordial siempre será el mismo, saciar la necesidad. Huele a piel y deseo.
Es Agosto.
En los campos de La Vera extremeña, entre surcos de tabaco o pimiento exprimen las horas tórridas los morenos jornaleros de hoy, algunos bajo el látigo de jornaleros de ayer. Sin piedad, sin solidaridad, todos pensando en lo mucho que damos y en lo poco que recibimos.Al fondo de la senda un botijo espera para inyectar con urgencia en los ríos del sudor aguas frías que no llegan a salarse por su breve estancia bajo la epidermis.
Es Agosto.
Y mientras unos trabajan, la mayoría descansan. Aunque hablar de descanso en un pais de dos millones y medio de funcionarios y cuatro millones de parados suene a burla y casi a provocación. Aún así, el que está de vacaciones y sentado exige al que camina o está de pie, por el precio de un café, caña o vino, cosas muy españolas: complicidad en la desaparición de pruebas (traslado de dodotis a la basura), participación democrática en la alimentación de los retoños patrios (calentar potitos), información fidedigna (periódicos afines), colaboración en el desatasque de muelas y limpieza de piños (provisión de palillos), sesión gratuita de psicoterapia (escuchar sonriente, otra vez, el chiste del francés, el inglés, el español y...), breve manutención (regalo obligatorio de pinchos y aperitivos), váteres relucientes (para darse el gustazo de ensuciarlos), optimizar la inversión (llevarse un tenedor o un cenicero), ..... Para acabar pidiendo el Libro de Reclamaciones porque le ha parecido excesivo que le cobren 1,20 €.
Es Agosto.
Por suerte, algunas veces, cuando el calor comienza a ser insoportable y amenaza con derretirnos, nos montamos en una voluta de humo fresco del recuerdo y volvemos a nuestra infancia: a la sombra de la higuera, al arroyo con libélulas, a las siestas y a las primas, a la gaseosa en el fondo de la bodega, al gazpacho de la abuela, sin hielo, y con una punta de albahaca, a las callejuelas de rollos y de hierbas, a los peces que limpiaban nuestro cuerpo de células muertas mientras flotábamos en el Charco La Presa......a aquellos días en que estábamos todos.
Entonces un trueno nos devuelve la realidad y nos damos cuenta de que el sol se ha ido, que el viento sopla y que las nubes se han hecho dueñas de la tarde. Minutos después descarga la tormenta y volvemos a ser niños que miran por el cristal.
Es Agosto.
Jaht
Para Rocío que desde hace 22 años es la casa, el roble y la fuente de mis agostos.
4 comentarios:
Me gusta como describes estas fechas con todos sus devaneo
¡Sobreviviremos¡
Se agradece el que sigas
obsequiandonos con tus entradas
aunque sea agosto.
No soy dada a hacer comentarios,
(Quizà por timidez)pero disfuto de cada una de ellas.
Comparto lo dicho en el anterior comentario. Claro que sobreviviremos,alcalor, al entusiasmo festívo de unos y a la apatía de otros. Seguiré pasando por aquí.
Las frustraciones,el hastío y el embrutecimiento, se acumulan, se condensan y con toda su furia desbordada,tiñen de rojo caliente, la bella piel de terciopelo negro.
¡Geniales tus reflexiones! He estado todo el tiempo asintiendo con la cabeza y con la sonrisa que da la complicidad de sentimientos afines y el compartir, chorretones, gazpachos, pasados y presentes... casi, casi idénticos.
¡Qué dura la vida de los camareros en agosto! jejeje.
Besos.
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