miércoles, 3 de junio de 2009

¡Un día es un Día!


La foto está tomada, a juzgar por la vestimenta y por la cesta de coger cerezas que cuelga del naranjo, en el paso de la primavera al verano de hace 55 años. En ella, parte de la familia del que suscribe, que aún no había nacido, hace un alto en la comida que no se presume demasiado copiosa. Tres generaciones de garganteños posan para la posteridad. Ninguno de ellos pensó entonces que ese momento quedaría congelado y vivo para siempre.

Probablemente algún fotógrafo ambulante, al estar próximas las fiestas de Santa Isabel y su Prima, pasó por el pueblo y propuso a la familia, que comía en el corral abierto, hacerles un retrato; tal vez a cambio de sentarse con ellos en la mesa de troncos y compartir el gazpacho, el pan de centeno, el vinillo de pitarra, las "pico limón" y el agua fresquita de la fuente del Chorrillo. Y le dirían: "siéntese buen hombre que donde comen dieciseis pueden hacerlo diecisiete. Y usted de donde es...."

El hombre con boina que preside la mesa, marido de la mujer de luto de su izquierda (no hace aún tres años de la muerte de su padre) ha buscado a su fiel perrita para que no se pierda el acontecimiento. La chiquilla del primer plano, parte derecha, posa con su culín de agua cual si fuera una actriz parisina rematando su medida habitual de pastís marsellés; mientras que el angelito de la izquierda abre la boca al ver que el hombre de bigote se ha agachado y escondido tras una cortina negra, ¡seguro que les da un susto!.
La camisa blanca de Pedro ( el joven con boina más próximo) y los vestidos claros y floreados de algunas féminas nos inclinan a pensar que ese luminoso día era Domingo o día festivo.
Todos, hasta los que disimulan, son conscientes de que algo mágico va a suceder. Todos salvo Victor, que con poco más de un año acaba de descubrir que en el monedero de su madre sólo hay botones, lacitos y horquillas.

La alambrada de la parte trasera sirve para parar a un ejercito de gallinas que no les hubiera dejado comer en paz. Luego, cuando pase la hora de la postura, las dejarán que se busquen la vida por las cuadras, callejones y demás sitios sucios de la villa.
Cuando se haya roto el orden estético impuesto por el artista que, por cierto, trabaja encorvado en una situación bastante ridícula, los niños también se perderán dando gritos por las calles enrolladas del pueblo, los mocitos se irán a bañar, las mujeres se encargarán de recoger y los hombres alargarán la sobremesa con un poco más de ungüento peleón porque : ¡Un día es un día!.


A mi tía Dionisia, la más guapa de la foto.
Jaht

1 comentario:

Raúl dijo...

Hermosa estampa. Hermosas palabras para describirla.

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