miércoles, 20 de mayo de 2009

Días de Mili

Amigo:
Te escribo desde una litera y desde una tarde parda y angustiosa. Hace un mes que nos emborrachamos juntos por última vez. Dos días después salí al encuentro de un petate y un corte de pelo. Y aquí me tienes, reducido a un número y a un manojo de impotencia.
Aquella noche, por efectos del alcohol, vimos todo de color rosa y llegamos a la conclusión de que un año cabe en un vaso de Gin-Tonic; pero la realidad es mucho más dura. Ya ves, sólo treinta días desde que agitásteis los pañuelos y tengo la impresión de haber envejecido un lustro. Esto es jodido colega; mírate bien lo de la objección de conciencia o la insumisión.

Dentro de unos días juro bandera y me darán dos semanas de permiso. Al menos eso se oye por "Radio Macuto". Podré volver a tomar unas cervezas con todos vosotros, pero tal vez tengáis que perdonarme: es posible que yo no sea ya el mismo porque me las estoy tragando muy gordas; vamos, como ruedas de molino. Esto dejará huella.
No quisiera alarmarte pero ya sabes que nunca muerdo las verdades, por eso me revienta tanto esta situación y por eso estoy arrestado tres días en la compañía.

Hecho de menos todo, todo lo que tenía y me han quitado de un zarpazo: la moto, el río, el sol y el aire; las broncas de mi padre, las escapadas al parque con Sara y sus amigas de Madrid; incluso el trabajo: el duro trabajo del campo que tanto me fastidiaba.

Hay quien dice que esto se pasa, que luego te acostumbras, pero pienso que todos estos comentarios son palabrería barata.
Mi padre seguirá pensando que volveré hecho todo un hombre y mi madre se comerá los puños cada vez que escuche algo respecto a los accidentes de los soldaditos. Y todos estarán de acuerdo en que la mili es algo necesario e irreversible, sin pararse a pensar porqué razón ha de ser así.

A veces me pasa por la cabeza la idea de salir zumbando de aquí pero no tengo suficiente valor. Desde la ventana veo, allá a lo lejos, unos árboles que mueve el viento y una carretera que va a alguna parte. Por encima de los muros del campamento llega el ruido de la gente: niños, bocinas, nuestras mujercitas...; la vida está ahí fuera. Aquí dentro todo es de monótono color caqui.
Nunca me habías conocido tan tristón, ¿verdad?.
Todos los días hacemos lo mismo: correr al toque de diana, formar, purgarnos con el desayuno, recoger el cetme y marcar el paso durante horas. Algunas veces paramos para comer y para ser adoctrinados en estrategia militar.
Son poco innovadores estos baluartes de la Patria. Mi padre hacía prácticamente lo mismo que yo en el año 58. Si leyeran esta carta podrían acusarme de rebelión. Justamente lo que soy incapaz de hacer, porque de alguna manera (y he de reconocer su habilidad en este campo) nos castran al cruzar la verja.

Me ayuda mucho poder contar contigo, también escribo a mi madre, pero de otra manera, no quiero que ella se preocupe demasiado.

Imagino que ya estaréis en plena faena. Cuando estés sudando, por cada pelo un chorro, y pienses que los rayos de sol van a terminar por taladrarte el cráneo, no olvides que hay cosas peores y que yo envidio tu situación.

A las dos semanas de estar aquí vino a verme Luisa, sabes a quien me refiero ¿verdad. Sí, esa chica tan bonita que veranea en el pueblo. Estuvo muy simpática y aunque yo estuve un poco soso y avergonzado, quedamos en vernos; pero no me atrevo a llamarla por teléfono porque ella, tal vez, sólo lo dijo por cumplir. Espero verla en el pueblo, durante el permiso.

Rafa, cuando te cuenten lo del bromuro en las comidas, no te creas nada; al meno conmigo no funciona, y además las revistas eróticas que circulan por la compañía empeoran el desolador panorama de tíos salidos como monos.

Aquí hay gente de todo tipo, ¡no te puedes imaginar!. Los pocos veteranos, que ejercen de instructores, y son sólo unos meses mayores que nosotros, parecen nuestros padres y, salvo honrosas excepciones, son autoritarios y pelotilleros. Los reclutas cumplimos día a día con nuestro papel de temeroso rebaño uniformado y los mandos emplean parte de su jornada en dirigir las operaciones desde el bar de oficiales y suboficiales. Todos juntos formamos el "glorioso ejército español".

No sé porqué te cuento tantas cosas, si nos vamos a encontrar dentro de quince días, pero me hace bien charlar contigo. Prometo no darte la paliza hablando de tenientes, capitanes, servicios de cocina, etc... Espero que me destinen más cerca de vosotros para sentirme protegido.
Te dejo para abrazarme a una fregona y conseguir que 400 metros cuadrados de terrazo queden como los chorros del oro, con sólo un cubo de agua.

Saluda a los amigos y a Sara. Un abrazo, Rafa.

Ciudadano Cero. Junio 1992
Jaht

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