martes, 19 de mayo de 2009

El Hojalatero

Hace unos días, bajo el viento frío y la lluvia, pasó por mi calle un hombre de edad indefinida con una lata de brasas colgando de una mano y un bulto de trapos y varillas a la espalda. Se ocultaba tras una barba de las de antes, barba semanal, y bajo unas ropas de color grisáceo y con remiendos.
Caminaba en blanco y negro, sobre un fondo de color, mientras una voz que recién llegaba de su viaje a través del tiempo pregonaba su identidad: hojalatero y paragüero.
Tuve la sensación de lo auténtico. Supe que aquel personaje se había escapado del album de mi niñez y me sentí mayor; él seguía teniendo los mismos años.
Cuando desapareció al final de la calle y su voz dejó de oírse, me froté los ojos. ¿Qué hacía este hombre con su latita agujereada de brasas en un mundo de tecnologías punta y guerras que se hacen con mando a distancia?.

Tal vez aparecen estos seres de cuando en cuando para recordarnos nuestros orígenes: que somos de carne y hueso y que nacimos porque quiso la naturaleza; para recordarnos que no somos productos sintéticos. Que nuestros corazones laten porque son músculos y no pilas, que en nuestros cerebros no hay teclas, ni botones, que el amor no se puede empaquetar...O tal vez, estos personajes aparecen de cuando en cuando para que un cursi como yo intente lucirse haciendo literatura.
Diciembre de 1995
Jaht

1 comentario:

Luisa Arellano dijo...

Me gusta mucho, escribes como diciendo :¡ahí queda eso!

He pasado un buen rato. Lo tengo un poquito difícil, pero volveré por aquí.

Un placer.

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