sábado, 23 de mayo de 2009

Bahague

La mujer rubia, como la fruta madura, destilaba dulzor y embriaguez. Ahora te quiero sin bahague –le dijo al joven que lamía sus pechos- suspirando dentro de su oreja. Distantes, unos adolescentes desnudos jugaban al yoyó. El muchacho, al compás de las olas, destrenzó el largo y estrecho paño que cubría sus atributos viriles hinchados y se lo anudó a la cabeza. Ella aprovechó para atar tras la nuca las muñecas del filipino y cegar sus ojos con el resto de la tela. De seguido agarró el miembro erecto y estiró, conduciendo al muchacho tras unas rocas que guardaban una playa diminuta: un embarcadero hacia la eternidad. Y allí, los dos, sin tiempo, sin necesidad de tiempo, vivieron felices, embadurnados de ambrosía.

Sin los fotógrafos: Igor Amelkovich y Robb Debenport, esta entrada no hubiera sido posible. Gracias.
Jaht

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