El aire frío de la mañana le atravesaba limpiando su cuerpo de fatigas, haciéndole ligero y transparente. La escuela de los parvulitos estaba lo suficientemente lejos como para que Toñi aprovechara, en diez minutos, para cortar no menos de treinta y tres cabezas a todos los monstruos que querían cerrarle el acceso al colegio. En uno de los embates, su cartera paró una garra mortífera y la pizarra se hizo añicos.
Cuando tras las oraciones y el examen rutinario de oídos, uñas y piojos, se atrevió, temeroso, a contarle a la señorita lo que había sucedido, pasó en cuestión de segundos de ángel a demonio y arrodillado, en la esquina del frío aula sufrió el escarnio de sus compañeros coronado con orejas de burro. Entre temblores, hipo y lágrimas, decidió que en adelante, su brazo justiciero dejaría en paz a los dragones y se alinearía con causas más necesarias y razonables que tenían que ver con los maestros y la iniquidad. Pero no se lo diría a nadie.
Jaht
-Gracias a Carlos Jiménez, y no sólo por la viñeta-
1 comentario:
Gracias por tu visita y tus palabras en mi blog.
Un saludo.
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