Y allí estaba yo, también del sur, también mediterráneo, reconociendo actitudes barriobajeras, chulerías de analfabetos machistas, zoquetes sin escrúpulos, amenazas y consejos paternalistas, mujeres solas, niños dándose prisa en ser hombres. Y allí estaba yo: oliendo el miedo, la ambición, la sangre (dentro y fuera de las venas) y la desesperanza.
Salí al servicio y me dije: conozco muchos que de estar organizados y con pistolas harían exactamente lo mismo.
Volví a la sala y los napolitanos continuaban defendiendo su cultura ancestral, poniendo orden en sus cosas e intentando enseñar a los otros que su banda era la poseedora de la verdad absoluta. Y, tirado en el suelo, entre los muchachos que sabían qué hacer en medio de un tiroteo ví a Roberto Saviano, y comprendí porqué años después escribiría su libro. Sí, hay que romper el círculo o al menos intentarlo. Hay que combatir la indignidad con armas más potentes que los fusiles ametralladores. Hay que demostrar que se está vivo.
Salí a la calle lamentando los cinco minutos perdidos por mi incontinencia y jurando que volvería a ver la película.
Y aquí estoy, he dejado mi partida de cartas y me he venido para acá, ni siquiera me he quitado el chándal.
Jaht
1 comentario:
Me gusta que te hayas recostado a la sombra de mis encinas y que el agua te haya parecido fresquita. A mi me ha gustado lo que he visto... gallinero...conversaciones...
ahora voy sin tiempo... aunque ¡lo qué son las cosas! yo penando fuera de casa y resulta que estoy viviendo muy cerquita de tu pueblo jejeje
Espero que nos leamos con más detenimiento, paisano.
Abrazo
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