Cuando se apagaron las luces del cine y los primeros títulos de crédito fueron apareciendo en pantalla Sergio supo que no podría aguantar demasiado. Su ansiedad, espoleada por una introducción musical que crecía como la saliva en su boca, hizo que su frecuencia cardíaca llegara a cotas alarmantes. Frenó la intencionalidad de su brazo derecho esposando con fuerza la muñeca con su otra mano. Había esperado mucho tiempo aquel momento y durante toda la semana había imaginado y ensayado distintos ataques. Vanessa, sentada a su derecha, parecía concentrada en la película. Tan bonita, tan perfumada, tan sugerente con su faldita corta…. él sudaba y notaba el galopar de la sangre por sus venas pero se retenía, quería portarse educadamente. Huía de la tentación pensando en otras cosas; si alguien le hubiera preguntado sobre la película no habría acertado ni el género. ¡Qué cruz!, ¿todo el mundo pasaba por este calvario?... Y entonces recordó, para justificar su acción posterior, aquello de que la mejor forma de superar la tentación es caer en ella y lanzó, como látigos, sus ávidos dedos sobre el regazo de la muchacha y se hundió suspirando en la sedosa tibieza del cucurucho de palomitas.
Hace 7 horas
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